Santo Domingo RD.-- Fabiola Martínez Benavides nació el 28 de diciembre de 1972 en Maracaibo, Venezuela, en el seno de una familia humilde. Inicialmente emprendió estudios de medicina, pero tras ser descubierta por un cazatalentos decidió lanzarse al modelaje.
En 1993 participó en Miss Venezuela representando al estado Zulia, aunque no llegó al top 5, este paso impulsó su carrera en publicidad y moda.
Durante los años 90 y 2000 trabajó como modelo publicitaria, participando en videoclips de figuras como Julio Iglesias, Alejandro Sanz y Bertín Osborne. También se convirtió en presentadora ocasional en programas televisivos y redes sociales, acumulando más de 1.6 millones de seguidores en Instagram.
En 2006 inició una relación con el cantante español Bertín Osborne, con quien se casó en 2007. Tuvieron dos hijos: Kike (nacido el 31 de diciembre de 2007) y Carlos (2008). El primero nació con parálisis cerebral debido a una infección; motivados por ello, Fabiola y Bertín fundaron la ‘Fundación Kike Osborne’ para apoyar a niños con lesiones cerebrales y sus familias.
En lo personal, Fabiola enfrentó episodios traumáticos durante su infancia: violencia doméstica y abusos sexuales desde los cinco años, temas que reveló y exploró abiertamente en su libro Cuando el silencio no es una opción. Lo que nunca conté. La publicación, inspirada en un proceso terapéutico junto a la psiquiatra Marián Rojas Estapé, representa una catarsis y un testimonio de resiliencia.
Tras casi una década de matrimonio, Fabiola y Bertín se separaron y ella se mantuvo vinculada a proyectos sociales y profesionales. Actualmente destaca por su labor en la Fundación Kike, donde ejerce funciones de comunicación y marketing, además de gestionar una inmobiliaria. Aunque ha expresado cierta nostalgia por su época de modelo, también presume de una vida estable centrada en sus hijos y en su bienestar emocional.
Hoy, con 52 años, Fabiola Martínez se perfila como una figura pública transformada: de reina de belleza y musa del modelaje, a defensora valiente de la salud mental, los derechos infantiles y el empoderamiento femenino. Su historia es un reflejo de superación que va más allá de lo estético y reivindica el poder de la voz para sanar y ayudar.