Santo Domingo RD.- Nunca pensé que la belleza fuera algo a lo que aferrarse. La verdadera belleza no tiene edad ni maquillaje: es algo que crece en nuestro interior, con cada experiencia que vivimos. Aprendí que cada arruga, cada signo del tiempo en el rostro, es una medalla de la vida, no un enemigo contra el que luchar.
Hay una fuente de juventud ¿lo sabes? No lo encuentras en cosmética ni en cirujanos. Está en tu mente, en tus sueños, en la pasión con que amas y creas.
Cuando aprendes a acceder a esa fuente, entonces sí, has vencido a la edad.
No quiero una cara perfecta. Quiero un rostro que cuente, que lleve consigo mi historia, mis alegrías, mis batallas. La mayor belleza que puede tener una mujer es sentirse bien en su propia piel, iluminarse desde dentro. Porque puedes vestir el vestido más caro, pero si no brillas, si no sonríes con el alma, no estás viviendo realmente.
El tiempo no me asusta. Me enseñó a amarme más. Y si puedo darte un consejo, es este: no te apresures a permanecer joven, desea permanecer vivo.
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