Nueva York. - Una jueza del distrito sur de Nueva York, Denise Cote, ha dado la razón a la productora de Jennifer López y ha desestimado la reclamación de 40 millones de dólares (más de 33,8 millones de euros) que pidió Samantha Barbash, el personaje real en el que estaba inspirada la película Estafadoras de Wall Street, con la que la actriz acarició el sueño de alcanzar un Oscar, aunque finalmente no resultó nominada a pesar de las buenas críticas que recibió por su actuación.
“Se concede la moción de desestimación de los acusados del 29 de mayo de 2020. El secretario del tribunal dictará sentencia en nombre de los acusados y cerrará el caso”, según ha publicado el medio estadounidense Entertainment Weekly.
Samantha Barbash presentó una demanda federal contra la productora de López, Nuyorican Productions, STX Entertainment, Gloria Sánchez Productions y Pole Sisters LLC, el pasado mes de enero. En ella alegaba que habían intentado “explotar su imagen y carácter” en la exitosa película que protagonizó Jennifer López en 2019, ya que el personaje de la stripper que interpretaba la actriz estaba basado en la historia real de Barbash, quien terminó organizando fiestas salvajes para ricos y famosos a los que después robaba.
Según Barbash, los productores de la película intentaron obtener de ella “un consentimiento y una renuncia para la producción de la película y su interpretación final”. La stripper real alegó en su demanda que en el filme la difaman porque el personaje que interpreta Jennifer López “consume y distribuye sustancias ilegales en su casa donde vivía con su hijo”, y en su opinión el público relacionaba estas escenas con su historia real.
Jennifer López se preparó intensamente durante dos meses para interpretar el personaje, especialmente con la coreógrafa del Circo del Sol Johanna Spakie. Una actuación que, según ella misma confesó, le enfrentó a inseguridades que pocos podrían imaginar atendiendo al impresionante físico que mantiene. Rodando esta película, la actriz y cantante ha manifestado que se sintió “liberada y empoderada”. “Estoy acostumbrada a estar en el escenario con vestuario sexy, pero llevo tres capas de mallas y un vestido. Fue una sensación completamente nueva salir prácticamente desnuda frente a todos esos hombres aullando y gritando. Hay algo liberador y fortalecedor al respecto, está ahí de una forma física, emocional y psicológica”.
Fotograma de la película 'Estafadoras de Wall Street' que protagoniza Jennifer López.PRODUCTORA
Samantha Barbash, que se ha autobautizado en Instagram como Iam_missfoxita, fue la jefa de una banda de strippers es que hace solo siete años se dedicaba a desplumar a sus ricos clientes, después de sesiones de erotismo y experiencias al límite. El grupo, con su líder de aspecto neumático al frente, aprendió las artes de cómo embaucar a aquellos hombres poderosos, cada uno en su ramo, y a utilizar las drogas necesarias para dejarles lo suficientemente atontados como para robarles o hacer uso de sus saneadas tarjetas de crédito. Organizaba fiestas que podían costar más de 100.000 dólares (unos 90.600 euros) por noche y acabar en una tienda de Christian Louboutin abierta especialmente para la ocasión a las seis de la mañana, como ocurrió cuando uno de sus clientes les dejó gastar más de 80.000 dólares (casi 72.500 euros) en zapatos en una sola hora.
La película protagonizada por Jennnifer López presenta al grupo de mujeres de forma más indulgente, una especie de justicieras que solo actúan contra los malvados. Barbash, revuelta por no haber recibido dinero por la película, se lanzó a contar la verdad de su modo de actuación. En las fiestas que organizaba había bailes eróticos pero también sexo de pago, y sus tarifas estaban a la altura de sus exclusivos clientes. “En una ocasión un conocido cantante de R&B quiso continuar la fiesta en su hotel y pidió llevarse a todas las chicas a su suite. Al llegar su equipo de seguridad nos quitó los teléfonos y nos hizo firmar formularios de confidencialidad. Quería asegurarse que no saliera a la luz nada de aquellas fiestas salvajes que incluían muchas drogas”, explicó Barbash que llegó a decir que en esas reuniones la cocaína se medía por puñados y no por rayas.