¿A qué se debe la enorme popularidad de un género musical tan amado y odiado a la vez?

Por qué existe el reggaetón

Publicada el: 22 de Agosto del 2017, 3:45:49 pm
Por Alexander Klein (Revista Semana).- La noche del 29 de mayo de 1913, el Théâtre des Champs Elysées de París fue testigo de uno de los más grandes escándalos artísticos de la historia de la música europea. Durante la representación de un ballet, gritos y chiflidos inundaron el auditorio, y toda clase de objetos –incluso una amplia variedad de vegetales– fueron arrojados al escenario hasta sabotear parte de la coreografía y hacer casi inaudible la música que interpretaba la orquesta.



Al día siguiente, el escándalo se convirtió en noticia de primera plana en Francia y en varios países de Europa. El ballet, cuyo nombre era La Consagración de la Primavera, había causado controversia por una coreografía que, en lugar de seguir los parámetros delicados y pudorosos del baile europeo, imitaba más bien los movimientos bruscos y abiertamente sensuales de un ritual pagano. Junto a este baile, una música atrevida y disonante en la que el ritmo primaba sobre la melodía había terminado de rebasar la copa de una sociedad europea que acostumbraba esconder y condenar todo aquello que cuestionara sus valores morales.





El día de hoy, más de cien años después de este suceso, La Consagración de la Primavera difícilmente lograría escandalizar a alguien. Su coreografía original, que en su tiempo hizo tapar sus ojos a más de un espectador, puede ser vista tranquilamente como una imitación pálida y rígida, y a veces cómica, de un auténtico baile aborigen que hoy se baila y se disfruta sin represalias en carnavales tradicionales como el Carnaval de Barranquilla. Su música, por otro lado, puede ser escuchada como un elaborado experimento europeo en disonancia y ritmo que, a decir verdad, palidece en comparación con la energía y brío de la música de varios rituales tradicionales de África.



Aun así, La Consagración de la Primavera continúa siendo un referente para el estudio de la evolución del pensamiento humano, y eso se debe a que su estreno sentó un precedente importantísimo para comprender que el escándalo, en todas sus formas, no solo es un acontecimiento inevitable en el arte y en la sociedad sino absolutamente necesario para su supervivencia. Gracias al escándalo, el arte se renueva, y gracias al arte, la sociedad destruye códigos morales obsoletos y los reemplaza por otros que cada vez más aceptan el fenómeno inevitable de la diversidad humana.



Para explicar lo anterior, basta con repasar lo que sucedió a través del siglo XX después de que La Consagración de la Primavera escandalizara a la sociedad parisina en 1913. En la década de 1950, un músico de tez blanca llamado Elvis Presley desató escándalo y censura en los Estados Unidos porque, además de cantar e interpretar música de origen afroamericano, bailaba moviendo sugestivamente su pelvis, con la clara intención de despertar los instintos sexuales reprimidos de la juventud blanca estadounidense y, junto a ellos, la indignación de todos aquellos padres de familia que veían –unos horrorizados, otros silenciosamente cautivados– el nacimiento inevitable de un género llamado rock.





A Presley, por supuesto, lo siguieron Los Beatles y Los Rolling Stones, dos bandas inglesas que cultivaron el mismo género y que desataron escándalos por aspectos que iban desde sus cortes de cabello, con mechones demasiado largos para los códigos morales de la época, hasta el contenido de sus letras, en las que temáticas sexuales se entremezclaban con imágenes propias del consumo de sustancias psicoactivas. Pasadas varias décadas, sin embargo, estos escándalos pasaron a ser un juego de niños si miramos el impacto social y la controversia que luego desataron géneros como el Metal y el Hip Hop, dos hijos musicales de las décadas de 1980 y 1990.



Llegado el nuevo milenio, puede decirse que el turno de escandalizar ha caído sobre un género musical que también nació en la década de 1990 y que hoy está más vivo, y es más popular y controversial que todos los géneros mencionados hasta ahora: el reggaetón, ese género musical nacido en el corazón de las calles puertorriqueñas que hoy es bailado, "sandungueado" y "perreado" por personas de todas las clases sociales en casi todos los rincones del planeta.



Como todo fenómeno social masivo, la popularidad del reggaetón nos obliga a plantearnos varias preguntas. ¿Cómo surgió? ¿A qué se debe su popularidad? ¿Y por qué ha sido objeto, en vano, de varios intentos de censura en distintos países del mundo? La respuesta a todas estas preguntas está, como siempre, estrechamente vinculada a ese concepto que incomoda y que al mismo tiempo revitaliza a la sociedad, a ese concepto siempre vivo e inevitable que todos llamamos "escándalo".





Empecemos, por ejemplo, con los orígenes del reggaetón. A principios de la década de 1990, las autoridades estatales de Puerto Rico impulsaron una redada policial para confiscar cassettes que estaban circulando en las calles de la isla bajo el nombre de música underground, calificativo utilizado para describir una música casi clandestina que –sobre el ritmo monótono del "dembow" jamaiquino– utilizaba técnicas de canto y declamación del Hip Hop para hablar abierta y francamente de temáticas propias de la vida callejera: violencia, drogas, pobreza y sexo.



Además de estas incómodas temáticas, la música también desató gran revuelo porque su baile, conocido como "perreo" y "sandungueo", consistía en que una persona (generalmente una mujer) frotara su trasero sobre la pelvis de otra (generalmente un hombre) con la clara intención de despertar excitación sexual mutua. Los aspectos controversiales de este género musical, por ende, se podían dividir en dos aspectos: uno, sus francas temáticas del “bajo mundo” incomodaban a una élite siempre dispuesta a ignorar las problemáticas socioeconómicas de su país y, dos, su baile violaba los códigos morales instaurados en América por el Catolicismo, cuyos lineamientos para el baile en pareja solo toleran que sus participantes estén casi siempre cara a cara y a suficiente distancia para no sentir sus cuerpos.





Como puede inferirse, la redada policial en Puerto Rico para controlar esta manifestación artística novedosa fue un fracaso general, y más que perjudicarla le dio una fuerza y una popularidad inusitada que se extendió hasta los mismos sectores sociales que antes la miraban con desprecio. Llegado el nuevo milenio, esta manifestación musical underground fue bautizada con el nombre de reggaetón, también escrito reguetón, y su popularidad empezó a extenderse por el mundo entero, hasta el punto de reemplazar a otros géneros, como la salsa, que antes dominaban las pistas de baile.



Ese trayecto no es excepcional. Si hay algo que nos ha enseñado la historia es que la censura y el control sobre el arte producen el efecto paradójico de popularizar y empoderar al artista que se intenta estigmatizar. En 1913, el escándalo en París le dio fama inmediata a Igor Stravinsky, compositor de la música de La Consagración de la Primavera. En las décadas de 1950 y 60, algo similar sucedió con Paul McCartney y John Lennon, quienes al ser juzgados por su música y por sus atrevidos cortes de pelo fueron en cambio llevados a la cima de una fama que los convirtió en la banda de rock más influyente de la historia.



Estos sucesos nos recuerdan que el escándalo, junto a la prohibición, causa curiosidad y atrae atención porque su función consiste en sacar a la luz todo aquello que se esconde bajo el velo cada vez más cuestionable de la moralidad. De una moralidad que frecuentemente “se predica pero no se aplica”, como cuando un niño o adolescente se entera de que sus padres hacen detrás de escena todo aquello que le prohíben a él durante el día. Y en ese sentido, es claro que el arte que escandaliza en últimas lo único que hace es suplir una necesidad que siempre sienten las nuevas generaciones de emanciparse de los códigos morales rígidos que les son impuestos por las generaciones de antaño.





Siguiendo esta línea de pensamiento, ¿cuál necesidad, entonces, está llenando el reggaetón que otros géneros musicales nunca habían llenado, y por qué es tan popular? La respuesta es sencilla: es la necesidad que siente todo adolescente y toda persona joven de expresar y desahogar sus instintos sexuales dentro de un mundo social que siempre ha preferido esconder el sexo y condenarlo como algo impuro. ¿Qué mejor, entonces, que expresar esa sexualidad a través del baile, un ritual que nació precisamente para conectar a los seres humanos a través de sus cuerpos?



Muchos condenan al reggaetón porque sus letras, además de utilizar lenguaje soez, generalmente utilizan la figura de la mujer como un objeto sexual. Y a pesar de que esto es cierto, cabe preguntarse lo siguiente: ¿será qué este estereotipo de la mujer fue inventado por el reggaetón, o será más bien que esta manifestación musical simplemente está reflejando un fenómeno social arraigado de tiempo atrás en el mundo entero?



El arte, recordemos, es un reflejo de la sociedad, y en ese sentido el reggaetón se ha consagrado como el género que mejor retrata a una sociedad machista y materialista obsesionada con la violencia, las drogas y las nalgas de silicona. He ahí gran parte de su éxito. Sus letras burdas retratan las cosas como son, y las relatan en el lenguaje que la mayor parte de personas utilizan en su vida cotidiana, una vida que hoy se desarrolla en ese gran gueto contaminado, violento e inequitativo que todavía llamamos con cariño el "planeta Tierra". Es un mundo en el que cada vez hay menos campo para un arte que nos hable de un redentor que no ha llegado, y para un arte más refinado que promueva un estilo de vida que a través de la historia solo han podido llevar los ricos.





En todos estos sentidos, es claro que el reggaetón se ha convertido en el género musical que mejor retrata, para bien y para mal, la sociedad urbana que el ser humano ha construido a través de siglos de codicia, mojigatería, materialismo y violencia. En últimas, es un género que no desaparecerá hasta que esos mismos problemas que retrata sean eliminados por la misma sociedad que los causó, y que hoy los intenta censurar como si estos fueran ajenos a ella. Solo hasta que esos problemas sean eliminados, el "perreo" y el "sandungueo" podrán ser vistos a la manera en que hoy podemos ver la coreografía de La Consagración de la Primavera: como una vieja reliquia, casi cómica, de una sociedad que estaba atravesando por serios problemas éticos, sociales y económicos.
 

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